Tenemos este tesoro en vasijas de barro para demostrar que este extraordinario poder que obra en nuestra vida no viene de nosotros, sino de Dios. 2 Corintios 4:7


Necesitamos comenzar este año enfocados en vivir un Cristianismo ordinario y simple: restaurar las personas rotas, llevar las cargas de mi hermano, hablar por el que no puede, poner en acción lo que conmueve el corazón de Dios. El Reino del Señor no es un show de luces, con tarima, bombos ni platillos. El escenario de Jesús fue sencillo: un estanque, una barca, un monte, la casa de algún conocido o en la calle. Tenemos que hacer frente al sensacionalismo y entender que podemos hacer un poderoso impacto viviendo un Cristianismo ordinario. Pero dentro del Cristianismo existe una subcultura a la que esto no le parece tan atractivo. Se ha olvidado ese versículo que dice que el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y dar la vida en rescate por muchos”. Marcos 10:45.
Existen muchas enseñanzas que dicen que es necesario hacer grandes cosas para llamar la atención y destacar en ciertas capacidades. En la iglesia, inclusive, a veces vemos la tendencia de la gente a ver que ciertos llamados valen más que otros o se idolatran a personas porque alcanzan a miles de personas.
Existen simples actos de servicio que no cumplimos como cristianos. Nos conmovemos cuando vemos el hambre que existe en otros países, cuando leemos acerca de los males sociales o los miles de jóvenes que caminan sin dirección, o quizás lloramos cuando pensamos en la trata de personas y cómo miles de niños y mujeres son víctimas de esta desgracia. La simpatía con la necesidad no sustituye la acción. Al igual que una persona simpatizante del Evangelio no le hace cristiano. Como escribió Tony Merida: La madurez espiritual no tiene que ver con los libros que leemos, ni el puesto que ocupamos ni las conferencias que asistimos; tiene que ver con la vida que vivimos. Puedes escuchar a tu predicador favorito o hacer un estudio bíblico semanal, pero perder de vista el llamado a preocuparte e interesarte por los no alcanzados, los pobres, los huérfanos, los perdidos… entonces habrás vivido en un estado de engaño pensando que eres un cristiano maduro.
Somos gente ordinaria, haciendo cosas ordinarias que puede tener consecuencias en la eternidad de una persona… entonces ese resultado (que lo da Dios) es lo que es extraordinario. Somos vasijas de barro en los cuales, Dios, por su gracia, depositó un tesoro (el mensaje de la Cruz) para demostrar que este extraordinario poder no viene de nosotros, sino de Él… ¡no olvidemos! ¡Hagamos lo ordinario que Él se encargará de lo extraordinario!